La inteligencia artificial (AI por sus siglas en inglés) ha ganado gran terreno en las implementaciones tecnológicas.
Lo anterior nos ayuda a desarrollar nuevos usos, nuevas historias, nuevos escenarios, nuevas experiencias.
Cada vez que enciendes tu smart TV, tu smartphone, tu smartwatch, estás en contacto con la Inteligencia Artificial (AI); luego ingresas a tu cuenta de Netflix para ver lo nuevo que te ofrece, o pides un Uber para llegar a casa; cuando le pides a Alexa que haga una compra en Amazon, cuando te desconciertas porque Facebook te sugiere comprar algo en lo que solo estabas pensando. Esto es AI.
La AI ha demostrado, hasta ahora, tener un potencial infinito, porque ya no sólo sirve de inspiración para películas e historias de ciencia ficción, hoy tiene la capacidad de mejorar la atención al cliente, de hacer sugerencias basadas en el comportamiento del usuario, de reconocer la voz y rostro de las personas para acceder a servicios; es capaz de encontrar nuevos tratamientos para enfermedades y hasta de detener la extinción de animales. Y lo que falta.
De acuerdo con el Sexto Índice Anual Cisco Global Cloud (2015-2020), la nube concentrará el 92% del tráfico de datos para este 2020; la nube pública está creciendo de manera exponencial. Esto permite que las empresas cuenten con mayores posibilidades para utilizar tecnologías de última generación, para, básicamente, todo lo que se les ocurra.
La agilidad y flexibilidad, inherentes a la nube pública, permiten la existencia de nuevos y mejores desarrollos tecnológicos. Es por ello que la AI ha logrado despegar con mucha mayor fuerza. Hoy las empresas están conscientes de la importancia de la migración a la nube.
Por un lado, cuentan con espacios prácticamente infinitos, a bajo coste (pago por uso), confiables, disponibles y muy seguros; y por el otro cuentan ya con un amplio catálogo de proveedores que han ido perfeccionando sus espacios en la nube, lo que resulta en nuevas posibilidades de negocios, mejoras y expansiones.